El día que McConaughey aprendió a leer

Relegado a ese grupo de actores a los que no se tiene en cuenta. Asiduo de comedias románticas palomiteras y reportajes sin camiseta en alguna playa de California con Camila Alves, Matthew McConaughey jugaba en segunda división para la crítica. Forraba las carpetas de chicas de high school al final de los noventa y primeros dos mil. Más adelante su complicado nombre se encontraba en el top de artistas más rastreados en Google (imágenes), buscado también por madres y abuelas. El corrector del buscador no daba abasto. 

Su cuenta corriente aumentaba a la vez que protagonizaba bodrios rompe ojos como Planes de boda (mis disculpas a las autoras de este blog), Cómo perder a un chico en 10 días o Novia por contrato. 

Pero de repente algo ha cambiado. Como el enfermo que se levanta y anda o el perdido que en un instante mágico tiene claro el camino, un día, MM vio la luz. Mud, Dallas Buyers Club y True Detective lo consagran como el actor de moda capaz de meterse en la piel de unos personajes soberbios. Cuando leyó el guion de Pizzolatto de la ‘película’ de ocho horas, True Detective, no solo aceptó rápidamente sino que se convirtió en productor ejecutivo y reclutó a su amigo, también genial, Woody Harrelson.

 

Puede que McConaughey vuelva a protagonizar proyectos en los que la calidad no sea lo determinante, al fin y al cabo esto es un negocio y hay que tocar todos los palos, pero ya sabemos que ha aprendido a leer guiones.

VAT 69